domingo, 4 de septiembre de 2011

Sueños raros

Una noche soñé que me veía dormir al lado de mi mujer. Algo así, como una imagen de película americana. Ella está de espaldas con el cuerpo a medio cubrir por la sábana. Él está boca arriba fumando un cigarrillo escuchándola dormir a ella, mientras un ventilador mueve sus aspas pesadamente colgado en el techo. Así estaba yo en mi sueño. Tumbado boca arriba echando humo, observando el hipnótico destello de las aspas al girar. Mi mujer a mi lado con la respiración suave, notaba cómo subía y baja su espalda tapada a la mitad por la sábana. Apagaba el cigarro en el cenicero de mi mesilla. Se quedó todavía con un hilillo de humo azul. Entonces, me acercaba a ella y la giraba con delicadeza para no despertarla y la tumbaba boca arriba. Me subía encima y me sentaba en su vientre. Colocaba mis manos de dedos cebollinos sobre su delgado cuello y comenzaba a apretar. Apretar. Notaba sus venas ponerse duras. Ella despertaba e intentaba defenderse pataleando y agarrando mis dedos cebollinos. Tosía y yo apretaba. Apretar. Todo se cubría de sangre. A borbotones. Espesa y oscura como sirope. Goteaba por el suelo. El colchón había empapado la sangre como una esponja roja de frambuesa. El ventilador seguía girando sus aspas en el techo. Quitaba las manos de su cuello y descubría con horror que me faltaban los dedos. Mis dedos cebollinos ya no estaban.
Desperté con un grito y una sensación de hormigueo en la cabeza. Me llevé las manos a la cara y me di cuenta que me estaba frotando los ojos con un par de muñones. Mis dedos cebollinos ya no estaban. Miré a mi lado de la cama y encontré a mi mujer de pie con un cuchillo en las manos que goteaba sirope al suelo.
— ¿Qué has hecho? —le grité.
Ella soltó el cuchillo y comenzó a llorar desgarrada.
—Soñé que me ahogabas —contestó.

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