domingo, 7 de agosto de 2011

Lady blue

A Lady blue le gustaba usar pelucas. Tenía una diferente para cada noche. Rubias, morenas, cortas, largas, con mechas, sin ellas… La primera vez que la vi, llevaba una pelirroja con flequillo recto y pelo al  ras de la cara. Roja como la sangre fresca, brillaba como el fuego bajo el alógeno del bar.
Entré en el Oasis de casualidad. Me apetecía echar un trago antes de llegar a casa. Quise despejarme después de dejar a Beti en su portal y darle un beso casto en la mejilla. Beti y yo llevábamos casi un año saliendo, se podía considerar mi novia. Beti era una chica muy especial. De esas tranquilas con faldas plisadas hasta las rodillas y cuellos bien abotonados. En todo ese tiempo, no pasamos del paseo agarrados de la mano y el abrazo por la cintura. Beso en la mejilla en el portal de los padres y un dulce hasta mañana. Aquella noche, le rocé una teta sin querer (creo) y discutimos un poco. Necesitaba el trago en el Oasis. Nunca había estado ahí y todavía no sé por qué elegí un lugar como aquel, de luces tenues y música alta. Pero entré. Y la vi. A ella. Lady blue. Tan sexy y misteriosa con esa peluca sangrando por todo el bar.
Tragué saliva y me quedé plantado en la entrada sin poder pestañear. Solo la miraba. Sus labios. Sorbía el licor sin manchar el borde del vaso con su carmín. Sus piernas. Bien cruzadas sentada en la banqueta junto a la barra. Enfundadas en medias  de liga. Tacones. Escote. Su peluca roja  alumbrando bajo los alógenos de azul muerto. Recuperé la movilidad de mi cuerpo y me coloqué muy cerca de ella en la barra. Me apoyé de espaldas con intención de pedir algo. Pensé relamiéndome, que había hecho bien en elegir el Oasis. No recuerdo lo que pedí porque nunca llegué a tomármelo. Lady blue apuró su copa de un sorbo y descruzó las piernas al suelo. Caminó contoneando sus caderas hasta la otra punta del bar y se subió a una tarima con barra. Y bailó. Y se movió como no había visto hacer a nadie. Le tiraban dinero. Ella lo guardaba en la liga de sus medias. Su peluca permanecía intacta en todo el baile. Luego bajaba y desaparecía por otra puerta. Me sorprendí susurrando en voz alta “hasta mañana”.
Y así lo hice. Beso en la mejilla a Beti y parada en el Oasis. Peluca rubia con rizos. Apurar el último sorbo de un trago. Contoneo de caderas. Tarima. Barra. Baile. Dinero. Desaparecer. Tardé tres pelucas en hablar con ella antes de que apurara su copa. Recuerdo que le dije lo primero que me vino a la cabeza. Algo así como: “Eres preciosa. Me gusta tu pelo”. Tenía que intentarlo. Ella sonrió y bebió. Dejó su copa vacía sobre la barra y descruzó sus piernas de medias y liga. “¿Cuál es tu nombre?” Me atreví a decir antes de que contoneara sus caderas hacia la tarima. Se giró para dedicarme otra sonrisa más grande que la anterior. Me fijé en su cara maquillada a la perfección con pestañas postizas. La música amortiguó su voz cuando me dijo: “Para ti, Lady blue”. Y contoneó sus caderas. Tarima. Baile.
Beti y sus paseos eternos. Beti y su cuello de siete botones. Beti de la mano y Lady blue en la cabeza. Cada vez mi beso en la mejilla del portal era más breve. El dulce hasta mañana se convirtió en un chao rapidito. Perdí la cuenta de todas las pelucas que vi sobre la cabeza de Lady blue. Hasta que me atreví a decirle la segunda frase más ingeniosa que la anterior. Había estado preparándola a conciencia. Le dije: “Quiero conocerte”. Lady blue sonrió. Peluca negra muy corta. El flequillo le tapaba el ojo derecho. Entonces, señaló el liguero y contoneó sus caderas hasta la tarima. Por primera vez, me acerqué para verla bailar más de cerca y le tiré un billete. Ella lo cogió y lo besó manchándolo de carmín. Luego, me lo metió en la bragueta. Bajó de la tarima y desapareció por la otra puerta. Mi única acción fue guardar el billete.
Beti. Paseo de la mano. Portal. Me acerqué para darle su beso en la mejilla. Ella se apartó y me dijo:
— ¿Quieres subir?
—No sé si estoy de humor para conocer a tus padres.
—Ellos no están.
Me quedé muy rígido esperando la trampa. Pensando en Lady blue.
— El Oasis cierra esta noche. ¿Subes o no?
Subí. Y lo hice con la extraña sensación de que la chica que me acompañaba no era Beti. Solo llevaba su falda plisada hasta las rodillas. Me preguntaba dónde estaría esa noche Lady blue, qué peluca se pondría. Llegamos y Beti giró la llave en la cerradura. No daré detalles de aquella noche con Beti.
Desperté por la mañana y ella ya no estaba. La busqué como un tonto por la habitación. Entonces, encontré lo que había dejado para mí en su lado de la almohada. Era una peluca roja como la sangre fresca. Y brillaba como el fuego a la luz del sol que entraba por la ventana.