viernes, 9 de noviembre de 2012

Colorín colorado


Almohadas que luchan en una guerra sin oponentes. Princesas con las puntas abiertas de tanto sacar sus melenas al balcón. Hadas madrinas con baritas gastadas. Ranas sin querer ser príncipes y príncipes queriendo ser ranas. Dudas al combinar dientes amarillos con corbatas marrones. Fotos de carné envejeciendo frente al espejo.
Almohadas que reposan torcidas sobre el colchón. Colchones con huellas sudadas. Princesas despeinadas que se cortan la melena para irse al río a departir con todas las ranas que se fuman las baritas de las hadas madrinas. Descubro que ya no me sientan tan bien las corbatas marrones y que mis dientes no son tan amarillos como anuncia mi foto de carné. He ahí, cuando te amoldas en tu huella del colchón para seguir sudando. Dejas que las plumas de las almohadas rotas te cubran como un manto de polvo mágico, el último estornudo de las baritas. Se te ocurre que, tal vez, sería divertido peinar a esas princesas que se atreven a llorar con los mechones de pelo entre las manos. Pero eso mejor después, ahora quieres dormir no sin antes fumarte un último cigarrillo para ver si se amarillean algo más los dientes. Dormir. Mejor desaparecer. Y mandas a fornicar a las ranas con las hadas madrinas para que te dejen en paz. Para que dejen de estornudar. Cierras los ojos y entiendes. Cierras los ojos y colorín colorado...

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