viernes, 9 de noviembre de 2012

Descalza


Mis pies están azules y me duelen la punta de los dedos. Camino descalza sobre charcos cristalizados por la escarcha. Trozos de hojas secas se me han pegado sobre las plantas y los quito con pulcritud. Quería sentir el frío en carne viva, los calambres del delirio, la humillación del auto castigo.
Unas gotas de sangre han punteado los cristales del charco con perfectas estrellas poliédricas. Rojas, muy rojas. El charco me sugiere la fugaz imagen de un capricho flamenco. El suelo de un matarife. La sangre todavía está caliente.
Descalza. Los pies continúan azules y los dedos agarrotados. La sangre resbala ya en chorros por mis manos. Me miro en el reflejo del charco. Por mi boca sale un hálito blanco, condensado como vapor, pero sé que no es eso. Deseo pisar la sangre que adorna los cristales del charco para ver si se me calientan los pies. No puedo moverme. Es parte del auto castigo.
La sangre es tuya. Te arranqué el riñón porque me hacía falta. Falta para vivir. Falta para quedarme tranquila y saber que te quedarás conmigo y no te irás cuando el sol se esconda y yo aúlle a la luna como una loba herida. Ahora es mío. Y lo guardaré bajo los charcos cristalizados. Se congelará, se hará eterno y pisaré sobre él con mis pies desnudos hasta que por mi boca no salga más neblina blanca. Lo mantendré libre de hojas secas. Fue un mordisco limpio, reconócelo. Quizá fuera porque todavía era de noche y otros aullidos rajaban las colinas. No me oíste entrar, ni salir. Quizás fuera porque iba descalza.

2 comentarios:

  1. Excelente descripción de los pies como expresión del sufrimiento: el dolor físico es una figuración del dolor mental. Descalza, podría ser sensual, pero en este caso es una forma de despojo, de caída al abismo.

    ResponderEliminar
  2. Totalmente en lo cierto, gracias por tu apreciación. Un beso.

    ResponderEliminar