miércoles, 8 de junio de 2011

Y sonó el teléfono

Se despertó antes del amanecer con la frenética idea de querer suicidarse. Dormía con la placa de policía en el bolsillo del pijama y la pistola bajo la almohada. Se levantó de sopetón con un brinco. El corazón retumbando en los oídos y la pistola en la mano. La acarició durante un minuto. Se sirvió un café negro sin azúcar y, mientras lo removía, imaginaba el impacto de la bala en su sien. Un sorbo de café, dos. Sonó el teléfono. Descolgó. Escuchó las instrucciones del comisario.
     Sí. Ya voy para allá.
Volvió a despertar antes del amanecer con la frenética idea de querer suicidarse. La pistola en la mano. Gotas de sudor en la frente y la espalda. Acarició la pistola durante un largo minuto. Se sirvió un café negro sin azúcar. Removía la taza con la vista perdida en el humillo que desprendía. Se rascó la sien. Imaginó las salpicaduras de sangre. Gotas de sudor. Sonó el teléfono. Instrucciones.
     Sí. Ya voy para allá.
Despertó antes del amanecer con la  inminente idea de querer suicidarse. Latidos en los oídos, gotas de sudor. Se detuvo más de dos minutos en acariciar la pistola. Café caliente entre las manos. Imaginó el agujero negro en su sien. Un sorbo, dos, tres. Sonó el teléfono. Más instrucciones.
     Sí. Ya voy para allá.
 No despertó antes del amanecer. Esperó despierto toda la noche. Sentado en la cama con la pistola entre las manos. Acariciándola. Respiración profunda. Ya no tenía latidos en los oídos, las gotas de sudor estaban controladas. Ni  siquiera se levantó para servirse su café negro. La pistola entre sus dedos, era fría y suave. El tambor cargado de balas. El gatillo sin el seguro. Sonó el teléfono. Un tono, dos… Al tercero, le pegó un tiro al aparato.

1 comentario:

  1. Yo también le había pegado un tiro al teléfono...¡¡qué cansino!!

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