jueves, 10 de septiembre de 2015

Restart

Anoche necesité leerme, tuve que visitar mi desván desnudo, mirar adentro; sentir el frío del silencio de estos tres años y verificar que sigo latiendo, comprobar que todavía sigo teniendo ese toque, que no me he perdido, que no me he olvidado. Sigo intermitente en la penumbra. Pero sigo. Anoche necesité leerme, analizarme, escucharme, corregirme... Aprender a desnudarme otra vez en la penumbra y no tiritar en mitad de la intemperie. Anoche necesité leerme y cubrirme con mi propia escarcha. Descubro que mi diván no está tan desnudo como aparenta. Soy consciente de que la penumbra y el silencio son la verdadera intermitencia. Anoche mientras me leía apreté los labios hasta ponerlos blancos, hasta hacerme daño para sentir cómo se derrite la escarcha. Mi epicentro sigue incandescente, gritando al exterior con la furia de un seísmo, desestabilizando los cimientos de mi diván inerte y congelado por el tiempo.

Necesité leerme para romper ese silencio que me mantiene latiendo en el interior de mi diván. Necesité leerme porque las finas grietas de la escarcha empiezan a destilar el fuego de mi desnudez. 

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