Aprendí
lo que era el vértigo sin necesidad de asomarme a ningún
acantilado. Es un pellizco en el estómago. Una sensación de vacío
bajo los pies. El amanecer pinta mejor sus tonos de vino rosado
cuando te miro y me deleito con tu nariz aplastada contra la
almohada. Tu respiración supera al piar de los pájaros matutinos
que se posan en el campanario de la iglesia. Proporciona la seguridad
de que será un gran día. Me chiva el secreto de que estarás
conmigo. Pero la desconfianza del que camina con los ojos vendados en
una pasarela sobre un barranco escarpado, me impide dormir hasta que
calienta el sol en la ventana y aplastar contigo la nariz en la
almohada. No hay mayor deporte de riesgo que amar. La adrenalina
bombea por mis venas y me pellizca en el estómago. Vértigo. Y es
cuando más deseo quedarme inerte en el borde del acantilado de tus
ojos para que me miren siempre y nunca más vivir la sensación de
náufrago en una balsa para regar tomates. Porque el mismo vértigo
da para el que vende su alma a cambio de humo. Te di todas mis brasas
y acaricio las tuyas con cañas de bambú. Prometo cuidarlas, pero
vértigo da cuando una madre deja a su criatura en manos de una
niñera novata. No quiero ser esa madre. Quiero aplastar mi nariz
contra la almohada tranquilamente y esperar que el vino rosado de la
mañana se convierta en tinto de luna nueva. Me gustaría pillarte
una vez mordiéndote el labio inferior mientras me espías al dormir.
Porque hayas sentido que tus pies pisaron en falso en el mismo
acantilado donde respiré tu aliento. Me gustaría que el estómago
te pellizcara al menos esta vez para que no tenga que explicarte qué
es el vértigo. Porque juntos somos el dopping que nos hace superar
los deportes extremos. Porque sé que somos flotadores en buques de
guerra. Asomarse a la barandilla del balcón del piso treinta y siete
es lo que tiene, que puedes ver mejor a los pájaros matutinos que se
posan en el campanario de la iglesia. Aprendí lo que era el vértigo
sin necesidad de levantarme de la cama. Es un pellizco en el estómago
que bombea mi adrenalina cuando te miro.
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