No
sé por qué lo hago. No sé por qué me gusta tanto flirtear
contigo. Pero lo hago. Y mucho. Es que te miro, ahí sentadito en esa
banqueta que solo te sujeta una nalga. Y es que no puede ser, encima
te colocas debajo del tubo fluorescente para que te brille la calva.
Tus patillas pobladas de rizos espumosos luchan por sobresalir de las
gafas de pasta, que te dan ese aire de chico intelectual negando
rotundamente la idea de que te gusta machacártela observando mis
fotos. Me he colocado justo enfrente de ti, para que no pierdas
detalle. Sé que te gusta mirarme. Y a mí que me mires, todavía no
sé por qué. Me acomodo en el acolchado del sofá de nuestro rincón
favorito del bar. No hay mucha gente y todo está iluminado con el
brillo de tu calva. Te miro para asegurarme de que no me quitas el
ojo. Perfecto. Estás desabrochándome el pantalón o mordiéndome
una teta. Me lo dicen tus ojillos a través de las gafas de pasta. Me
encanta. Te relames y eso me hace sentir sexy. Me excita saberme la
musa perra de tus ensoñaciones lascivas. Sí. Deseada, como las tops
de las portadas de revista. Suspiro para refrigerarme. Mi novio me
toca con todo el respeto del mundo, me acaricia el pelo y me besa en
la frente. Pero de vez en cuando también me gusta que me den un
azotito en el culo.
Podríamos
actuar. Una leve señal de ceja y nos colamos en el baño juntos. Me
arrancas la ropa, me muerdes y me pellizcas. O un roce de labios con
mi lengua y te hago venir al rincón para que te acoples a mi lado
del sofá. La música ahogaría mis gemidos de gata y tú podrías
meterme mano a gusto. Pero no hacemos nada. Levantas una mano para
que la camarera te sirva otra cerveza y yo finjo mirar la carta de
cócteles. Te mantienes firme porque respetas la barrera natural del
macho contrincante. Esperas que sea yo la que dé el disparo de
salida. Pero no sé por qué, mis bujías no hacen chispa por muy
calientes que estén. No sé por qué, pero me meto la mano dentro de
la bragueta. Veo tus ojos salirse de las gafas y sé que me acaricias
el cuello y me lames el pezón derecho, es el que más te gusta.
Pienso que quizá podría acercarme y restregarme en tu nalga
sobrante. Chuparte el lóbulo de la oreja que te pone tan malo. Pero
no puedo sacar mi mano de la bragueta. No sé por qué. No dejes de
mirarme.
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