lunes, 12 de diciembre de 2011

Y me da por pensar

No sé por qué, has venido a mi cabeza. Oí una canción. No sé cuál. Hay muchas que me recuerdan a ti. Cojo mi sombrero y lo agito entre las manos. Me he vestido para salir y todavía no sé a dónde. Y me da por pensar. De repente, me doy cuenta de lo silenciosa que está la casa. La llenabas con tus carcajadas, porque no tenías risa. Siempre cantando a voz en grito. No te hacía falta micrófono. Me gustaban tus canciones. Eso. Canciones. Oigo una canción y me da por pensar. Me coloco el sombrero. Todavía no sé a dónde voy pero salgo a la calle. Camino y me da por pensar que qué narices hago pasando frío. Pero sigo caminando. Y pienso en la primera vez que te besé. Te di un beso en el cuello. Tenías cosquillas y te hice cerrar los ojos. Si te movías, perdías y debías darme un beso. Sabía que jugaba con ventaja. Gané. Y me da por pensar en el sabor de tus labios. Eran suaves y rojos. Algo así como una mora silvestre.  Me encasqueto más el sombrero en la cabeza para que el viento no lo vuele. Camino. Doblo una esquina. Nunca te lo dije, pero siempre envidié tu energía. Desbordabas vitalidad por cada poro de tu piel. Te comparaba con la fatalidad de una estampida de elefantes. Y me da por pensar que me agotaste mucho antes de tenerte. Si es que alguna vez te tuve. El viento que sopla levanta las hojas secas de la acera y, yo, me sujeto el sombrero. Tengo frío. Pagaría lo que fuera por volver a estar abrazado a ti en la cama, como aquellos domingos de perreo. Nos acariciábamos para erizarnos la piel. Perdíamos la cuenta del tiempo bajo las sábanas. La parte que más me gustaba tocarte era la espalda. Me gustaba tu espalda. Y me da por pensar. Pensar en qué momento dejé que te la llevaras. Mira que fui tonto. Cuántas veces me la ofreciste. Sin hablar, con tus gestos, tus acciones. Como la sorpresa que me preparaste por mi cumpleaños. Como el beso descuidado que me dabas en la mejilla. Pero no la cogí. Y me da por pensar que no lo hice porque me irritabas. Me molestaba que fueras como eras, con respuestas, con chispa. Y me da por pensar que, en el fondo, me dan miedo los elefantes. Tu alma salvaje y sexy. Nunca fui gran domador. He llegado hasta una puerta de forja negra que se abre en cuanto me pongo delante. Me quito el sombrero y lo agito entre las manos. Entro. Y me da por pensar, lo que me gustaría volverte oír cantar. A voz en grito. Sin micrófonos. Bailándome. Para mí. Como cuando te conocí. Eso. Canciones. Camino con el sombrero dando vueltas en los dedos. Camino por los senderos de baldosines blancos y césped amarillo. No sé por qué pero me has venido a la cabeza. Y me da por salir a buscarte. Ya sé dónde. Me siento frente a tu lápida y pienso  en tu canción favorita. Hay muchas. No sé cuál cantarte. Y me da por pensar.

2 comentarios: